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domingo, 3 de enero de 2010

HOME, de Yann Arthus-Bertrand, 2009

El reportaje HOME se añadió el 5 de junio de 2009 a las superproducciones sobre el cambio climático. Esta es una versión francesa, basada en la vista aérea. Su recorrido es más largo que las anteriores, ya que comienza con el origen de la vida y los procesos geológicos terrestres.

Alguien ha comentado que la visión aérea hace hasta bellos los problemas humanos. Independientemente de eso, nos parece que la película es un paso más allá respecto a las anteriores.

Nos aporta datos bien escogidos, como que la mayor parte de la población humana vive como antes de la revolución industrial, que la mitad de la humanidad aún cultiva la tierra. Con la entrada en escena del petróleo se abre un capítulo dedicado a las grandes ciudades. Es interesante que se sugiere algo que no suele decirse demasiado: el principal impacto del uso de la energía es precisamente el trabajo que produce, no sus deshechos o sus emisiones. Tal cantidad de trabajo no es sostenible. Lo habitual (en los demás documentales comentados) es no preocuparse de ningún impacto más que cuando aparecen los efectos secundarios no deseados, pero se le otorga bondad inherente al esfuerzo humano multiplicado por el poder del combustible fósil. Aquí no (aunque también se consideran los efectos del cambio climático).

Un tema principal es, en el documental, la alimentación. Y es que según explica GRAIN, el sistema global de alimentación es responsable del 50% de las emisiones de CO2, aunque normalmente se habla más del transporte o la industria. Pero es quizás más importante plantearse qué se transporta.

Se plantea el modelo urbano de Los Ángeles como un paradigma de la insostenibilidad, y Dubai como el no-va-más. La letanía "todo se acelera", más la música, es a menudo la que avisa de que lo que vemos en el documental es un problema y no un listado de logros de la humanidad.

Así, el documental plantea la riqueza, la pobreza, la desigualdad, los problemas ambientales muy asociados a cuestiones sociales y políticas. Al estar conformado por imágenes aéreas, se explican muchas interacciones a gran escala que se refieren al agua, especialmente, y otros recursos. El lenguaje se mueve entre una poética de lo vinculado (estilo Gaia) y la explicación científica. Un tema que no se trata apenas es la salud humana, por ejemplo (como sí hacía el documental de DiCaprio), y entendemos que es porque la escala de la película no lo favorece.

Se hace más hincapié en la pérdida de diversidad que en el efecto climático. Se habla de las plantaciones de palma de aceite, soja (para carne animal) o eucaliptos como fuentes de riqueza económica que constituyen unos de los principales problemas de los ecosistemas y se contraponen a la deforestación para la obtención de leña por poblaciones pobres.

Como hacen las anteriores películas comentadas, se da una explicación científica del fenómeno del cambio climático, pero no como el único problema socioambiental del mundo, ni el más grave, sino que lo contextualiza en el resto de problemas de una manera que nos parece equilibrada.

El análisis no es, pues, solamente científico, o no adopta sólo el lenguaje tecnológico dominante, e incluso, aun siendo social también, como el de DiCaprio, es también político. Se entiende que hay que superar la pobreza y la riqueza, aunque no se apuntan soluciones para ello.

Los últimos diez minutos se dedican a explicar ejemplos diversos de buenas prácticas que no se quedan en acciones individuales o innovaciones tecnológicas. Se hace especial hincapié a la protección de espacios como la Antártida, los bosques de Nueva York, Corea, Costa Rica... las acciones que se enumeran son gubernamentales. Se habla también de comercio justo, de consumo responsable, de reducir el consumo de carne, de ecobarrios en Alemania, de energías renovables, especialmente la solar.

A las soluciones este documental añade de forma clara la protección de espacios naturales. La protección es una excepción al mercado absoluto, como lo son los servicios públicos. Quizás Alier lo encuadraría en el lenguaje que llama "culto a la vida silvestre", puesto que se trata de apartar de la acción humana una porción de vida silvestre.

Quizás la diferencia con documentales anteriores, en el apartado de soluciones, sea sobretodo la protección de espacios, pero también cierta precaución, cierto tono precavido, con las tecnologías que otros presentan como claras salvadoras.

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